Mecida en el mar de tus versos
queda lejos todo dolor y desconsuelo,
al canto de las Nereidas
lo muerto y la carencia es olvido.
En el verdeazul de tu oleaje me acuno
y soy tibio peñón de ilusiones,
maridaje, donde tu ola encrestada
juega con mi boca enamorada.
Bajo la pálida luz de la luna,
somos solo elixir y brisa perfumada...
¡Amor!, divina pira de fuego eterno
que Poseidón, nos ha concedido.
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