Viajé en un instante eterno,
por vía atestada de pétalos, ellos,
reciben los rayos del sol en una litera,
comprimiendo mi piel con sus secretos.
Fue el aroma de la adelfa pegada
sin temor a las espinas del acebo
cuando, siendo paloma me posé en la copa
de tu almez, a puño abierto,
mil gorriones me cantaron.
Rosicler mío,
aún seguimos bebiéndonos.
Tu magnánimo ardimiento descansa
en la cítara de mi pecho,
dejemos clarear los setos.
Un pétalo travieso, juega con tu oído
mientras el rocío afligido,
te extraña antes de tu ausencia.
La selva ha dejado de ser virgen,
es abadía que se arije bajo la cascada
donde soñamos
se rezan nuestros nombres.
Despertarás...
en el momento nuevo,
que extrañes, ser viajero de mis sueños...
11 de agosto 2008
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